Dios te ha dado dones y talentos
Cuando leo la parábola de los talentos (MATEO 25: 14-30) tiemblo, porque siento que soy el siervo malo y negligente que escondió bajo la tierra el talento que su Señor le dio. Admiro a los otros dos; al que recibió cinco y al que recibió dos; negociaron con ellos y recibieron otro tanto igual.
Cuantas personas he conocido que se ajustan a estos siervos diligentes de la parábola. Tenaces, disciplinados, quizás ambiciosos; pero logran lo que se proponen. Por supuesto, esta parábola no se refiere estrictamente al éxito económico. En lo personal, significa algo más importante, porque atañe a esos preciosos dones que Dios nos regaló.
Quizás a ti te suceda lo que a mí; de tiempo en tiempo reflexiono acerca de todos los proyectos que me propuse realizar, y que no los logré. Me doy cuenta de que el tiempo pasa velozmente y que he desaprovechado grandiosas oportunidades. Tan afanado he estado en las labores rutinarias que no trabajé en realizar lo que más anhelo.
Pero, ¿por qué no? Posiblemente soy indisciplinado, no puedo concretar mis anhelos; y mientras no los realice, serán solo eso: anhelos. El sembrador recoge y ve el fruto después que ha sembrado y regado con paciencia. Mi hermano me dijo, “No escondas tus talentos, sácalos a la luz, muéstralos, que con ellos bendecirás a muchos.”
Hoy es un buen momento para dejar la indolencia y lograr lo que me propongo. Me esforzaré, le arrebataré tiempo al tiempo, correré y le daré alcance al último vagón de mi destino. Y tú, estas dispuesto también a correr la milla extra y recuperar el tiempo perdido en lograr tus metas o anhelos?
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