El Juicio de Dios
Un predicador campesino dijo una vez que si Dios tratara a la gente de hoy de la misma manera en que lo hacía en tiempos de Ananías y Safira cada iglesia precisaría una morgue en el sótano.
¿Dónde están los ejemplos tipo Ananías y Safira hoy en día cuando un cristiano engaña a otro? ¿Cómo puede ser que hoy algunos puedan engañar, mentir, robar y ser promiscuos, y después sigan adelante como si no hubiera pasado nada??Pues conocemos al que dijo: «Mía es la venganza; yo pagaré»; y también: «El Señor juzgará a su pueblo» (Hebreos 10:30).
Es cierto que debemos de buscar la restauración de las personas que fallan y no estamos llamados a juzgar y condenar a los hermanos que cometen errores. Pero, ¿que de los que no tienen una actitud de arrepentimiento e insisten en vivir una vida que no es coherente con la fe que profesan?
El apóstol Pablo es severo en su posición con respecto a esta clase de hermanos. En su primera epístola a los corintios les dice: ?Pero en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer?
Pareciera que la implicación de Pablo es que la negativa a asociarse con aquellos que viven una vida irresponsable e inmoral hace que se cumpla el juicio de Dios ? la venganza divina. Pero pareciera que muchas veces no sucede así. Vemos caso tras caso en los cuales nunca se cumplió el juicio de Dios y uno se pregunta: ¿por qué puede un cristiano abandonar su matrimonio prácticamente sin rastro de la venganza divina? ¿Cómo puede ser que creyentes decidan que un estilo de vida homosexual es aceptable y lo empiecen a practicar sin sufrir un juicio similar al de los habitantes de Sodoma y Gomorra?
No quisiera de ninguna manera ser una persona falta de misericordia. Pero hasta dónde podemos despreciar las riquezas de la bondad de Dios, de su tolerancia y de su paciencia, al no reconocer que su bondad quiere llevarnos al arrepentimiento.
Vivimos en un mundo en el que la corrupción, la opresión la infidelidad, y la injusticia nos acechan por todas partes creando el desaliento y el temor. El panorama es desagradable y hasta desolador pero los que nos llamamos del nombre de Cristo hemos de traer esperanza a este mundo perdido.
Por eso creo que es tiempo de orar firmemente y reflexionar en las palabras de Pedro: «Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios» (1 Pedro 4:17).
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